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Dentro de la psicología del ser humano existen, en cierto modo, muchos seres. Sin embargo todo indicaría que de todos los seres que lo componen hay uno que es más sabio y centrado que la multi-fauna de subpersonalidades, más o menos automáticas, que momentáneamente lo opacan. El sabe.
Entonces mas allá de todas sus turbulencias mentales, todas esas voces que lo preocupan y lo inquietan, déjeme decirle que no debería usted porque preocuparse ya que Ud., en realidad, sabe.
No mentira, la verdad es que usted no sabe nada de nada, no tiene la mas puta idea de donde esta parado y mas aun, ni siquiera sabe quien es, es decir, usted es prácticamente un desconocido para si mismo. Pero insisto no se vaya ud. a preocupar por nada.
Es que a mi me pasa mas o menos lo mismo y sin embargo me va bastante bien.
Paso a explicar en detalle:
Hace unos pocos años decidí que quería ser escritor. Ahora, yo no se nada sobre el oficio de escribir y seguramente estaría mucho mas tranquilo haciendo algo que se me de mas fácil y espontáneamente.
Sin embargo acá estoy y usted me está leyendo. Hace un instante lo insulté diciéndole que ud. no sabe nada. Sin embargo usted sigue ahí pensando para si mismo “a ver que me quiere decir este tipo”. No es increíble?
Fíjese ahora una cosa. Una de las maravillas de ser escritor se relaciona con lo siguiente:
Usted se sienta y escucha a esa voz que está en su cabeza y que es supuestamente, la encargada de dictarle lo que usted va a escribir. No es maravilloso?
La gente va por la vida sin reparar en el simple hecho de que llevan una voz en la cabeza que le dice todo tipo de cosas. La gente dice “yo pienso” y con eso se crean una realidad tranquilizadora en la cual es "uno" el que piensa todas esas cosas.
En cambio el escritor se sienta en su silla con su anotador y decide prestarle atención a esa voz que surge de alguna parte de su interior. Si escribe una novela en vez de una voz escuchará muchas, al menos una por cada personaje.
También notará que entre todas esas voces mas o menos literarias surgen voces mas propias y cotidianas, voces de reprobación (“mmm creo que no escribí bien eso”), o de satisfacción (“Esto si me gusta como suena! ”) y voces que nada tienen que ver con la tarea de seguir escribiendo (“ y si cocino pescado?”, “Debería llamar a Rosita”, “me olvidé de pagar el gas”, “me pica un la nariz” etc etc).
Si el escritor se deja seducir por alguna de estas voces y sus cadenas asociativas no escribe ni mierda. Inevitablemente se le irá el día sin haber hecho mucho y ya llegada la noche se preguntará a si mismo. “En que carajo estuve pensando?”.
Ahora, yo creo que la ventaja de alguien que pasó por esta experiencia- no importa si es bueno o malo como escritor- es que poco a poco se le impone la tarea de aprender a contemplar sus contenidos mentales sin identificarse demasiado con ellos. Aprende a distanciarse de las voces y a ser selectivo. Toma lo que le sirve y lo demás lo deja pasar.
A diferencia de Descartes que decía “pienso por lo tanto existo” uno aprende a decirse:
“Existo porque los pensamientos no me llevan puesto. Si pienso demasiado los pensamientos me arrastran y me olvido de existir.”
Porque ¿ Qué clase de existencia es la de un tipo que se sienta con la intención de hacer algún tipo de creación literaria y termina sin hacer nada de nada , dándose cuenta que solo estuvo horas y horas pensando boludeces con la hoja en blanco tendida enfrente de sus narices como prueba incriminatoria de su ineptitud mas absoluta?
De lo que acabo de escribir mas arriba se podría interpretar que considero a los escritores como seres únicos, poseedores de un don especial para el autocontrol y la penetración en los misterios ocultos del propio psiquismo.
También que para mi escribir es un verdadero dolor de huevos y supone siempre un gran esfuerzo de concentración.
Nada más lejos de la verdad. Ni una cosa ni la otra son ciertas en mi caso.
Tómese por ejemplo la manera en que mas me gusta componer los diálogos:
1-Me digo a mi mismo que voy a comenzar una línea de dialogo.
2-Escribo lo primero que se me ocurre y antes de pensar si está bien o mal dejo que el otro personaje conteste.
3- A continuación dejo que el ping pong de diálogo fluya espontáneamente como si yo no tuviera nada que ver.
Muchas veces enfatizo corporalmente, poniendo caras o imaginándome el tono de voz de los personajes.
En general trato de no meterme ni juzgar demasiado y dejo la corrección, edición y relectura para mucho después. En general corrijo poco, siempre acompañado de una cerveza bien fresca.
Estoy seguro que esto que comento debe ser muy común entre los escritores (no me refiero a la cerveza , si no a todo lo otro, aunque quien sabe!?).
Después de todo yo escribo desde hace relativamente poco y ya descubrí una técnica que no solo me da buenos resultados si no que además me proporciona momentos muy divertidos: Por medio de un acto mas bien misterioso uno puede invitar a todas esas "energias" y dejar que hablen con su voz tan propia. Entonces, paradójicamente, es como si en esos momentos uno fuera todos esos seres supuestamente extraños al propio “yo”.
Uno puede ser el policía y la puta, el presidente y su guardaespaldas, el asesino y el santo. Todas esas partes inconscientes que uno desconoce por el hábito de decirse constantemente “yo soy tal cosa”, “yo pienso tal otra”. La kermesse arquetípica, la tierra incógnita.
Pero vamos ahora a otra cosa: Que pasa cuando el escritor redacta un ensayo. Está este realmente libre de sus personajes? Piensa realmente lo que dice? Se siente realmente identificado con sus opiniones a tal punto de decir “este escrito representa mi punto de vista con respecto a la situación que estoy describiendo y bla bla bla.” Aparentemente esto es lo que ocurre.
Pero es eso una ventaja, o por el contrario, significa una rendición de su propia naturaleza misteriosa e indefinida a un sistema que le pide que “sea” algo de una buena vez?.
La pretención de seriedad y conocimiento, la opinión formada- o la simulación de la misma- es la moneda corriente en el mercado de excreciones comunicativas. El buen hombre necesita un nombre. De algo hay que vivir.
Que quede claro de una buena vez: El sigue sin tener ni la más puta idea pero ahora finge no saberlo. Ha cerrado las puertas al misterio. El caos y el humor desterrados. Y todo para ser algo que ni siquiera es.
Como ve, ud. no está solo. Nadie en este planeta tiene la más puta idea.
Supongamos que todo lo dicho anteriormente es falso.
Supongamos que todo esto es un experimento para ver hasta que punto se pueden llevar ciertas ideas. Supongamos que a usted le gusta mucho experimentar.
Supongamos que usted sabe algo y quiere saber aun mas.
Supongamos que usted también, al igual que yo, ha decidido hacerse escritor.
Usted escribió un artículo sobre un tema que consideraba muy importante.
Ahora va a escribir otro articulo, pero esta vez va a escribir bajo un seudónimo, refutando las ideas del su articulo anterior. Se va a compenetrar con el personaje del seudónimo, escritor que de ninguna manera pensaría como el escritor que escribió el artículo anterior.
Usted va a comprobar pronto que es absolutamente posible pensar lo opuesto de lo que piensa habitualmente y aun así seguir teniendo razón.
Es que ahora usted sabe: Usted no sabe nada.
Se suele decir que la labor artística es fruto de un 10 por ciento de inspiración y un 90 por ciento de transpiración. El problema es que, en general, al artista no le gusta mostrarse todo sudado, mas bien se pega una ducha y se presenta como diciendo "aquí no ha pasado nada”. El arte se transforma entonces en profilaxis, las creaciones se vuelven asépticas y la distancia entre vida y arte es casi tan grande como la de la zanja que separa los hemisferios cerebrales del moderno primate de saco y corbata.
Lo contrario también es verdad. Muchas veces las cosas salen sin esfuerzo alguno.
La transpiración es tan escasa que ni vale la pena cuantificarla. En este caso la ecuación supone un 40 por ciento de inspiración, un 40 de expiración y un 20 de misterio indefinible. Entonces no se trata tanto de hacer, como de dejar de hacer, apartar los modos no propios, sacar lo que estorba, detonar las cristalizaciones del buen estilo y las convenciones para hacer volar todo por los aires.
Arte en negativo, sustracción. Esta acción equivale a un acto de soberanía cerebral,recuperar partes propias, reírse de los invasores y los especialistas que dicen "así se hace".
Uno no debería creerle nada a nadie. O debería, mas bien, intentar mantenerse en la línea media entre la incredulidad-credulidad, haciendo equilibrio sin protestar demasiado por los eventuales porrazos que supone caer en los extremos (intercambiables) del mas profundo escepticismo o la mas inocente credulidad.
El principal obstáculo que tiene el hombre actual para hacer aflorar su creatividad son las ideas artificiales de "bien" o "mal", "bello" o "feo" que le fueron implantadas desde pequeño por una cultura que se encuentra atrapada en una percepción dual y binaria de la realidad.
La idea de que solo hay una respuesta justa para cada cosa y que esta se encuentra afuera de nosotros (en los libros, en lo que dicen los expertos) es una idea que lleva implícita un mensaje un tanto paranoico en donde el error y la amenaza de "hacerlo mal" apartan a la gran mayoría de la gente -ya no digamos del arte- si no de sus propios potenciales creativos.
Cualquier persona interesada en estos temas podría comenzar por intentar hacer las cosas "mal". Digo intentar, porque mucha gente incluso fracasaría en la labor de hacer algo completamente mal. No somos gente completa y nuestras obras nunca lo son, pero hacer las paces con la propia incompletud presupone encontrar lo bueno en lo malo y viceversa.
Cualquier artista que desee hacer cosas geniales debería primero experimentar haciendo cosas deliberadamente idiotas.
Agotar los tonos hasta tomarle el gusto, no se puede ser realmente sutil sin entender todo lo que supone ser bien "guaso" de tanto en tanto. De última, la iluminación de entrecasa que se desprende del comprender que los extremos- no solo son intercambiables-si no que cada pequeña cosa lleva implícita su opuesto y que a nivel micro, ya ni siquiera puede saberse que es que, pues se ha perdido el punto de referencia. Ahí se encuentra la materia prima, la energía libre de la cual están hechos todos los sueños. Los ladrillos invisibles de la creación.
Quizás esté hablando de un tipo de arte que todavía no existe. Quizás ni siquiera este hablando de arte, si no de magia.
Como dije al comienzo yo no tengo ni la más mínima idea sobre el oficio de escribir y sin embargo usted me ha seguido hasta el mismísimo final.
Debería darle las gracias? Premiarlo? Tirarle un piano en la cabeza?
Quien sabe…
Sabe usted algo?
No sabe- No contesta (¿?)
Pero en el fondo… “Sabe”?
Quizás, quizás.
-Erasmo Uilson, New Patagonia Febrero 2018
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